La amplia producción de Garden of Delight (G.O.D.) lleva consigo una sorprendente diversidad musical que difícilmente puede ser enmarcada dentro de algún género o vertiente musical definida.
Artaud Seth, miembro fundador y líder permanente de la banda concibió desde los inicios de la agrupación, en el lejano año de 1991, crear siete discos en siete años y con siete canciones cada uno de ellos. Las razones de Artaud evidentemente no estaban basadas en ninguna proyección científica sino más bien en tradiciones místicas y ocultas. Se dice que la trilogía encierra la perfección, el siete es un número mágico y es el conductor hacia la revelación
suprema. Pero trasladándonos hacia el lado terrenal y sensorial del asunto encuadramos y resolvemos que cada uno de sus discos no deben ser apreciados como unidades divisibles sino como un todo indisoluble e integral.
La diversidad musical es evidenciada también por los constantes cambios de formación que sufrió la banda a lo largo de su existencia. Artaud se ha mantenido como miembro permanente e incólume, manteniendo vivo su proyecto con estilos emparentados al Gothic Rock de los años ochenta, aunque él siempre haya deslindado sobre esta supuesta influencia.
La banda de origen alemán ha transitado por distintos espacios musicales, y es evidente que han marcado y quemado etapas en cuanto a estilo y técnica instrumental se refiere. Sus primeros discos derrochan misticismo, presentándose mucho más originales, versátiles y sofisticados en sus creaciones, abriendo una brecha hacia la segunda etapa a la que podríamos llamar la etapa Lutheriana. Y es justamente el inicio de esta etapa la que nos reúne para apreciar el Lutherion I, publicado en el 2005, y a los que le seguirían una segunda y tercera parte que forjaría la trilogía de los G.O.D.
Lutherion I es un álbum impregnado de dos características muy marcadas en casi toda la producción: los riffs de guitarra propios del gothic metal industrial, estilo con el que experimentaron en sus anteriores creaciones, y elementos electrónicos que enfatizan la gran mayoría de los temas con relieves bien puestos y de buen gusto.No podemos dejar de mencionar el registro vocal de Artaud Seth, prominente y que viste de oscuridad el espacio.
El arranque nos sorprende con Stigmata, armonías y tambores heavy entremezcladas con sonidos sintetizados que me hace pensar en los Die Krupps. Otro título que sorprende es Bleak Horizon donde la voz de Artaud penetra y resquebraja junto a guitarras muy potentes que elevan el ego. Los sonidos electrónicos se perciben en lo profundo, como si de notas apocalípticas se tratara. The sinners sigue la línea de los dos primeros temas del álbum. El constante riff metalero llega hasta el ardor, pero raramente no culmina en hastío.
Algo más soso y plano se muestran los temas como Inmortality, Necronaut y Confession, pero sin dejar caer del todo esos detalles electro y la atmósfera oscura que le da profundidad. Aunque pasen desapercibidas se pegan y provocan la repetición.
Mención aparte para Redemptoris Mater, casi etéreo, ¡y qué bien que suenan las guitarras! Los sonidos electro se impulsan y se funden con lo sombrío y lo celestial. Placentero y evocador, sin dudas.
Lutherion calza perfecto dentro de los álbumes que sirven de modelo para sostener que las bandas más clásicas pueden experimentar y atreverse a aderezar el espectro musical con matices densos, duros y susurrantes. Suena distinto pero perdura la actitud.
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